LORENZO GOÑI



LORENZO GOÑI SUAREZ DEL ARBOL

JAÉN, 25 ENERO 1911 / LAUSANA (SUIZA), 28 ENERO 1992




Lorenzo Goñi por Juan Hervás

Lorenzo Goñi fué un artista autodidacta, dibujante gráfico, pintor, grabador e ilustrador, considerado uno de los mejores del siglo XX. En el periodo 1936-1939 se encontraba en Barcelona dibujando carteles
Se traslada a Madrid y colabora en ABC y Blanco y Negro con dibujos de humor gráfico. De 1951 a 1954 se incorpora a la revista de humor "La Codorniz" siendo director Álvaro de La Iglesia, dibujando cuatro dibujos en cada número de la revista, en blanco y negro, destacando su preferencia por los animales.Creó algunos dibujos a color como las "Tres Gracias" de Rubens.



Por estas fechas estudia grabado calcográfico y en 1962 obtiene una beca de la Fundación Juan March para realizar "La tauromaquia onírica". Ilustró textos de literatura clásica de Cervantes o Quevedo, así como la primera obra de Antonio Mingote "Las palmeras de cartón" con el que le unía una gran amistad.

En 2011, el Ayuntamiento de Beas de Segura creó el premio que lleva su nombre









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MI PADRE, LORENZO GOÑI

A pesar de que sus padres vivían en Barcelona, Lorenzo Goñi nació en Jaén el 25 de enero de 1911, en casa de sus abuelos maternos, Lorenzo Suárez y Leandra del Árbol, probablemente en la calle San Andrés n° 17. Su madre fue a dar a luz a Jaén, por tener allí a toda su familia.

Su familia paterna era de origen navarro, tenía tierras en la Ribera del Ebro. Su padre dejó el campo y se fue a vivir a Barcelona; trabajaba en los Caminos de Hierro del Norte de España.

Su familia materna era toda de Jaén, una familia de notarios, abogados y músicos. Su abuelo, Lorenzo Suárez Godoy, era pianista, saxofonista y compositor. Dirigía la Banda del Hospicio de Hombres de la Diputación de Jaén. Además era profesor de la Escuela Normal de Magisterio.

Lorenzo nació pues, y pasó sus primeros meses en una casa que recordaría toda su vida, a pesar de que su estancia posterior en ella se limitó a visitas ocasionales, acompañando a su madre. A menudo me la describió como la típica casa andaluza, con su patio, en el cual había una fuente con un surtidor, encima del cual solían poner una pequeña pelota. Mi padre, entonces muy niño, se entretenía mirando el baile de la pelotita. La casa debía ser muy grande, tenía tres pisos. Debajo de los soportales del patio había un piano de cola, que tocaban su abuelo y su madre. En un lateral había una entrada para vehículos y una zona inhabitada, en la cual su abuelo almacenaba saxofones y otros instrumentos de música.

Desgraciadamente, el abuelo hizo malos negocios, se arruinó y tuvo que vender la casa. Después se murió, así como su hija, la madre de Lorenzo; luego llegó la guerra y las cosas no volvieron nunca a ser como antes. Mi padre no volvió a Jaén hasta 1987, en que la Diputación le organizó una magnífica exposición antológica. La casa había sido derruida pocos años antes.

Goñi pasó su infancia en Barcelona. Allí cogió un sarampión, a eso de los 4 años, que le acarreó una otitis crónica. En aquella época no había antibióticos; la consecuencia inevitable fue una sordera progresiva que lo incapacitó para cualquier tipo de estudios escolares. Condenado a ser autodidacta, adquirió una amplia cultura gracias a la extensa biblioteca de su padre y manifestó rápidamente un gran interés por el dibujo y la pintura. A pesar de que tampoco pudo formarse en la Escuela de Bellas Artes, acostumbrado a buscarse la información por su cuenta, demostró pronto unas capacidades técnicas que le permitieron destacarse como dibujante y cartelista en la Barcelona republicana de los años de la guerra.

Al final de la contienda, por temor a represalias políticas, se fue a vivir a Madrid, donde no lo conocía nadie. Por si acaso, optó por firmar con los apellidos de su madre, Suárez del Árbol, hasta entrados los años 50 en que volvió a usar su apellido, sin que nadie lo relacionara con cierto cartelista republicano.

En Madrid conoció a Conchita, se casó con ella, y cuatro años más tarde llegué yo. Mientras tanto, mi padre se había hecho un hueco en el paisaje periodístico madrileño, dibujando para “El Español” y “La Estafeta Literaria”. Trabajó en revistas de humor como “Don José” y “La Codorniz” y adquirió gran popularidad dibujando de manera habitual para los diarios “Pueblo” y “ABC”, y posteriormente también para semanarios como  “Blanco y Negro” y “Sábado Gráfico”, en los que a menudo había elementos de crítica social y política que lo convierten en importante testigo de los acontecimientos históricos de la época.

Se distinguió igualmente como gran ilustrador de libros, especialmente de textos de literatura clásica española y de Camilo José Cela.

Paralelamente, desarrolló una gran actividad como pintor y grabador, realizando numerosas exposiciones. Merece especial mención su “Tauromaquia Onírica”, serie de 12 aguafuertes de gran fuerza y originalidad. La Diputación de Jaén realizó una importante exposición antológica de su obra en 1987.

Su sordera, cada vez más importante hasta llegar a ser total, determinó en él un retraimiento social, especialmente para los actos colectivos, ya que le era imposible entender una conversación con varias personas a la vez. Por ello siempre rehuyó los numerosos homenajes que intentaron hacerle a lo largo de su vida. Sin embargo, tenía un carácter básicamente sociable y disfrutaba mucho de las conversaciones con sus amigos, tomados individualmente, a los que conseguía entender bastante bien, ayudado por Conchita. Le gustaba hablar, y tenía mucho que decir. Como para él un diálogo requería mucha energía, no se paraba en fórmulas superficiales sino que iba directamente al fondo del tema. Por ello, las conversaciones con él eran interesantes y profundas, pero nunca aburridas, gracias a una fantasía y un agudo sentido del humor siempre presentes.

Para mí, era un padre bondadoso, muy cariñoso, que no se ocupaba de la pequeña intendencia cotidiana familiar, llevada por mi madre con mano firme, pero que me abría un mundo fascinante y divertido de elucubraciones intelectuales y de contemplación estética de la vida.

Mi madre era un elemento fundamental en su vida. Intérprete de las conversaciones que él no oía, resolvía las situaciones concretas de la vida cotidiana y lo apoyaba en todas las circunstancias. Era su puente con el mundo, con la realidad exterior, que le permitía sumergirse en su propia realidad interior sin perderse en ella, para después expresarla por medio de su pintura.

Al morir mi madre, para él la vida dejó de tener sentido. Ante la imposibillidad de vivir solo, se vino conmigo a Suiza, donde resido desde la edad de 25 años. Allí se adaptó bastante bien a un país extraño, a una lengua que no entendía mas que escrita, pero algo se había roto definitivamente en su interior, y murió dos años después.

Nos deja en herencia un mundo muy original, extraño, fantástico, fascinante y a menudo divertido, reflejado en una abundante obra de gran maestría técnica. El centenario de su nacimiento es una gran ocasión de sumergirnos en ese mundo, su mundo, y de disfrutarlo, rindiéndole así el homenaje que se merece.











Inés Goñi, Lausanne, 16 Febrero 2011.